viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº1941

Voces | 22 ago 2020

Opinión

Solange, la burocracia y el entumecimiento emocional

Un caso que marcó para siempre la decisión política de una cuarentena trágica


Solange Musse transitaba desde hace diez años un cáncer de mama que empeoró, en los últimos meses, en un contexto inédito para el país y el mundo. El 20 de marzo último, el Gobierno Nacional decretó el primer aislamiento social, preventivo y obligatorio que luego se extendió más de una decena de veces, y hoy, 22 de agosto, lleva vigente 155 días. Antes de la medida presidencial, la joven de 35 años había llegado a ver a su padre, “la luz de sus ojos”, para luego desencontrarse para siempre en las tinieblas de la burocracia y la insensibilidad. Una historia que parece sacada de un cuento ruso escrito por León Tolstói.

La enfermedad la consumió rápido: ya estaba en estadío 4, tenía metástasis en los huesos, en un pulmón y en el hígado. Apenas podía hablar porque además respiraba con asistencia mecánica. De cualquier manera, el amor le dio fuerza para enviar un audio demoledor en el que expuso la pena, la angustia y el dolor emocional que le causaba no ver a su padre.

El 20 de agosto, apremiado por el diagnóstico, Pablo Musse partió de su casa, en Plottier, Neuquén, para recorrer los más de 1000 kilómetros que separan a la provincia sureña con Alta Gracia, Córdoba, donde Solange permanecía internada. Salió en el coche particular con su cuñada, luego de una batalla administrativa sin mucho sentido.

La ecuación era simple, un padre que quería ver a su hija antes de perderla para siempre. Una sola persona; , fácil de vigilar, de controlar en caso de que fuera necesario. ¿El Estado, tan “presente” en estos tiempos, no podía hacerse cargo de los movimientos de un ciudadano?

Al volante del auto, exhausto y desesperado por no poder vencer al sistema, Musse regresó a Neuquén como un delincuente

“Por el supuesto protocolo que tienen en Córdoba, me solicitaron que 48 horas antes del viaje me hiciera el hisopado que debía dar negativo, pero no pude pagarlo de manera particular porque cuesta $ 8.500 cada uno y estoy desocupado”, explicaría el hombre. El trayecto comenzó bien, pasaron sin problemas los controles de Río Negro y La Pampa; hasta que se toparon con un obstáculo en Huinca Renancó y les ordenaron regresar.

Al volante del auto, exhausto y desesperado por no poder vencer al sistema, Musse regresó a Neuquén como un delincuente, escoltado por ocho móviles policiales. Él sólo quería ver a su hija. Agentes del Centro de Operaciones de Emergencia no le permitieron ingresar a la provincia donde Solange exhalaba su último hálito de vida. “Cumplimos el protocolo”, se justificaron con indiferencia.

Pablo alcanzó a dialogar de manera breve con Solange. Le contó lo que había pasado y ella se derrumbó. Una semana antes, la mujer había escrito lo que será un mensaje de resistencia para la posteridad. Cabe suponer que sus últimos pensamientos fueron para su familia; y un poco también para intentar comprender el motivo ulterior por el cual no la dejaron ver a su padre. En esa carta que redactó se observa algo particular. Sola en una habitación, enferma de cáncer y con la certeza de que su vida había cruzado el límite, pensó en lo que su familia estaba sufriendo.

“Escribo porque no puedo hablar mucho, lo que han hecho con mi padre y mi tía es inhumano, humillante y muy doloroso. Siento tanta impotencia de que sean arrebatados los derechos de mi padre para verme y a mí para verlo. ¿Quién decide eso si queremos vernos? Acuérdense, hasta mi último suspiro tengo mis derechos, nadie va a arrebatar eso en mi persona”, expresó con entereza. Es decir, a punto de morir (¡consciente de esta inevitabilidad!) y con la imperiosa necesidad de ver a su padre, pensó primero en los suyos y en el dolor que los atravesaba en ese momento.

Todo el caso cobró relevancia pública. Resulta improbable que quienes tienen la capacidad de tomar decisiones desconocieran la situación de los Musse.

¿Habrán leído los funcionarios públicos responsables de esta crueldad absurda esa epístola escrita con desesperación?

El viernes 21 de agosto, Pablo Musse tuvo dos noticias. “Hoy tengo todos los permisos, todos los resultados del hisopado, que dieron negativo”, contó. Ese día también murió su hija.

¿Habrán leído los funcionarios públicos responsables de esta crueldad absurda esa epístola escrita con desesperación? Ahora o después (porque, a diferencia de Solange que murió sola, ellos sí tienen la posibilidad del después), deberían darle un vistazo. Quizás puedan asir una pequeña muestra de lo que le hicieron a esta familia. ¿Se sentirán responsables de la tortura a la que sometieron a dos personas que solo querían verse por última vez? Si la respuesta es sí, la sociedad debe, igualmente, recordárselos cada minuto. Si la respuesta es no, nuestro deber es señalarlos, apuntarlos, no dejar que lo olviden y que el entumecimiento emocional se vuelva un tumor para la sociedad.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Notas Relacionadas
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias