jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº1940

Voces | 18 jul 2020

El silencio y la salud judicial, los talismanes de la vicepresidente

Argentina es un país perro. Se dice que un año humano es igual a X (de 7 a 10) perrunos; el número depende del lugar geográfico en el cual se haga esta afirmación.


Y mientras en otras regiones transcurren 365 días, lo que sucede en la tierra del mate y el dulce de leche se cuenta por décadas. Si nuestra existencia fuese una telenovela, para comprender la trama y registrar todos los detalles no podríamos perdernos un solo capítulo. No bastaría mirar el resumen de un minuto que cuente lo que ocurrió en la anterior entrega. Todo pasa rápido y condensado. Excepto los procesos judiciales. Esos son lentos y dispersos. 

Esta tesitura, como no podría ser de otra manera, es exprimida por ciertos sectores del arco político que sacan rédito de la confusión: el votante termina por olvidar lo que sucedió horas antes, porque un anuncio inesperado o un original escándalo se entrometen sin pudor en la cotidianeidad. Ni siquiera las redes sociales, atentas al tiempo real, consiguen estar a la par. Y si bien los “bytes son eternos”, retornar al archivo en forma asidua cuando éste es tan vasto se vuelve una acción enrevesada. 

El votante termina por olvidar lo que sucedió horas antes, porque un anuncio inesperado o un original escándalo se entrometen sin pudor en la cotidianeidad. Ni siquiera las redes sociales, atentas al tiempo real, consiguen estar a la par. 

A los problemas centenarios que atraviesa la Argentina, este año se sumó uno mayúsculo. La pandemia de COVID-19 que ronda el globo desde hace tiempo y explotó en diciembre del año pasado, no puede achacársele a ningún funcionario del anterior ni del actual gobierno. Distinta es la responsabilidad de lo que aconteció una vez que el virus se estableció en nuestra tierra. Empero, no se hablará aquí de la administración que se le dio al tratamiento del coronavirus. En cambio, nos detendremos en ciertos aspectos comunicacionales de quien es, a juicio de quien escribe, la persona más poderosa del país. Casualmente ocupa el cargo de vicepresidente.

El 11 de febrero de 2015, tras la masiva movilización por la muerte (todavía irresuelta) del fiscal Alberto Nisman, Cristina Elisabet Fernández de Kirchner le dijo a sus militantes: "Nos quedamos con el canto, con la alegría, a ellos, a ellos les dejamos el silencio. Siempre les gustó el silencio”. En efecto, la marcha de los paraguas negros -esa tarde cenicienta llovió, como una señal del hado- recurrió al silencio como forma de reclamo en contraposición al usual bombo/grito/cántico al que está acostumbrada la calle. "Digo que nos quedamos con la alegría, porque no tienen nada que decir o porque no pueden decir lo que piensan", completó la en ese entonces mandataria. 

Cinco años y cinco meses después, con más de 120 días de confinamiento obligatorio a cuestas, Fernández de Kirchner cambió su habitual liturgia oral por ese silencio que antaño reprochó subida en su púlpito. 

El día en que el Gobierno Nacional decretó el “aislamiento social, preventivo y obligatorio”, CFK escribió en sus redes sociales un mensaje que la tuvo como protagonista. “Marzo 2020. Escribo estas líneas desde La Habana, en la misma casa en que terminé de escribir el primer capítulo de Sinceramente hace exactamente un año”, fue el primero de una tanda de 10 tuits en los que habló -mucho- de ella, de su hija y, en un mensaje final, de lo que atacaba al resto de la humanidad: “Les quiero pedir que hagan lo mismo, que se cuiden y que cuiden a los demás respetando el aislamiento preventivo en sus casas. Los y las quiero mucho”.

 

 

 

A partir de ese momento cuanto menos singular para quienes vivimos en el país, la vicepresidente tuiteó dos veces más en marzo, seis en abril, ocho en mayo, la misma cantidad en junio, y cuatro en julio. Los temas fueron de lo más variado, desde recordatorios de fechas patrias hasta saludos a conocidos y recriminaciones a periodistas; pero sobre todo en relación a las causas judiciales que la tienen como imputada y/o investigada por presuntos actos de corrupción. 

¿Por qué, en medio de una crisis sanitaria, económica y social que afecta al mundo entero, una de los mandatarios más verborrágica de la historia enmudeció selectivamente? 

Hubo menciones indirectas respecto al COVID19, cuatro e irrelevantes. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué, en medio de una crisis sanitaria, económica y social que afecta al mundo entero, una de los mandatarios más verborrágica de la historia enmudeció selectivamente? ¿No tiene nada para decir del manejo de la pandemia, de las 20 mil PyMEs que cerraron (según el ENAC) y los 270 mil puestos de trabajo en blanco que se perdieron a causa de la cuarentena? 

Dominique Wolton planteaba que la comunicación política se presenta como un proceso dinámico que en “determinado momento constituye una fotografía no solo de la política sino, la mayoría de las veces, del sistema democrático”. Resulta cuanto menos extraño que quien es además presidente del Senado, con vasta experiencia en cargos políticos municipales, provinciales y nacionales; haya elegido el silencio como su talismán ante la realidad. Como lo hizo con Once, Cromañón, Tucumán o Córdoba. Será que prefiere mantener su interés en las causas judiciales porque afectan más a su salud que un mero agente infeccioso.

 

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