Voces | 16 nov 2024
Opinión
El culto a la ideología sin crítica o cómo lo verosímil se impone a la verdad
"Hay una tendencia similar en esta ambivalencia de pensamientos políticos, que es la absoluta carencia de espíritu crítico. Se observa en grandes sectores de la sociedad una exigencia acrítica de la verdad otorgada sin más"
La izquierda identitaria se impuso con fuerza en sectores de la sociedad en los que las definiciones morales e ideológicas están todavía formándose: artistas de todos los campos, escuelas secundarias, universidades.
El ser humano siempre apunta a la altura moral, le interesa estar en ese lugar, lo anhela. Pero no suele buscarlo de forma activa, no está dispuesto a esforzarse, no quiere tener que trabajar para alcanzarlo.
Ser bueno cuesta un poquito más que ser malo. Sin embargo, estas categorías no son posibles de conseguir de manera definitiva: nadie es totalmente bueno o malo.
Y, de forma consciente o por azar, la izquierda identitaria se hizo con el sello de todas las minorías para blindarse contra cualquier crítica posible y avanzó respaldada por grupos violentos y extremistas, apoyados por el silencio medroso de una cultura occidental que se odia a sí misma.
En el siglo XXI, la era de las comunicaciones globales y la sobreinformación, el simbolismo se impuso con potencia sobre la realidad; y, probablemente éste será recordado como el tiempo en que la historia fue reescrita con “palabritas”: emoción y discurso de folletín por sobre hechos y documentos. De ambos lados de la grieta.
En Argentina tenemos algunos ejemplos contemporáneos, como bajar el cuadro de Rafael Videla y el posterior pedido de perdón de Néstor Kirchner «en nombre del Estado por la vergüenza de haber callado tantas atrocidades durante 20 años». Con ese gesto, y con la complicidad de quienes deberían haberle recordado lo ocurrido en los juicios a las Juntas, el expresidente tapó con tierra húmeda un trascendental episodio de nuestro pasado. Corría el año 2004.
Dos décadas después, algo similar ocurrió con los dichos de la actual vicepresidente, Victoria Villarruel -ubicada en la pendiente opuesta del kirchnerismo-, cuando señaló: «Reabriremos todas las causas de víctimas del terrorismo para que sea la Justicia que haga lo que debió hacer más de 20 años». Casualmente, ambos políticos eligieron reescribir el mismo episodio de 1985, puesto que en el Juicio a las Juntas fueron procesados y juzgados por el Poder Judicial los principales jefes de las organizaciones Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Esta situación no se da solamente en nuestro país. Los mayores medios de comunicación de occidente entraron de lleno en esta escaramuza de opiniones ideológicas que no toman en cuenta los datos empíricos. Esta semana, los diarios La Vanguardia de España y The Guardian de Inglaterra, tomaron la decisión de abandonar la red social X por considerar que fomenta y amplifica las opiniones de lo que consideran “derecha extrema”. En principio, la argumentación es discutible en tanto que X, a diferencia de Instagram o Facebook, no decide qué mostrar por defecto, si no que el usuario ve las publicaciones de aquellos a quienes sigue (sin contar la pestaña “para tí” que, en ese caso, sí utiliza un algoritmo que muestra cuentas vinculadas a los gustos del usuario). Además, X está plagado de bots rusos, iraníes o de partidos de izquierda que atacan de forma sistemática y continua a las democracias en general y al estado de Israel en particular. En contrapartida, la otrora Twitter suspendió de manera “permanente” la cuenta de Donald Trump en enero de 2021, pero no tocó los perfiles de Nicolás Maduro o José Daniel Ortega Saavedra, por mencionar apenas dos casos de dictaduras de izquierda. ¿Qué hicieron entonces La Vanguardia y The Guardian? Sus tuits están ahí para verlos.
Pero eso no es todo. En octubre de 2023, medios y agencias de relevancia mayúscula publicaron que Israel había destruido con sus misiles el hospital Al-Ahli, en Gaza. La fuente era el propio Hamás, organización terrorista que, días antes, había perpetrado la masacre del 7 de octubre en un recital que se realizaba en Be'eri, un kibutz israelí cerca de la Franja de Gaza. Horas después se supo, con imágenes y videos que lo demostraban, que se había tratado de 450 cohetes lanzados hacia Israel por parte del grupo Yihad Islámica Palestina (YIP). Ninguno de los portales que habían acusado a Israel pidieron perdón por el error.
En ese orden de cosas, el enojo contra Jeff Bezos -fundador de Amazon y propietario del periódico Washington Post- por no ser parte del “endorsement” (apoyo, aprobación) a un candidato en las recientes elecciones de los Estados Unidos, forma parte de esta cosmovisión ideológica-partidaria en la que todo debe ser blanco o negro. Sobre este hecho en particular, queda en el aire una pregunta: ¿hubiera sido igual la respuesta de quienes alzaron la voz contra Bezos si éste apoyaba a Kamala Harris o a Trump?
En definitiva, hay una tendencia similar en esta ambivalencia de pensamientos políticos, que es la absoluta carencia de espíritu crítico. Se observa en grandes sectores de la sociedad una exigencia acrítica de la verdad otorgada sin más. Lo dado se discute poco o nada y tiene mucho más valor la verosimilitud que lo verdadero. La Educación es una herramienta, un escudo y una espada, fundamental para combatir este miasma carente de raciocinio pero cargado de fanatismo. Leer mucho y variado, comprender lo que se lee, retomar la lógica y el análisis, deberían ser objetivos principales en las casas de estudio. ¿Cómo, si no, vamos a rebatir el discurso de quienes gritan más fuerte?