sábado 18 de mayo de 2024 - Edición Nº1991

Voces | 19 abr 2024

Opinión

¿Las empresas de medicina prepaga son el problema?

Cuando dos lados tienen parte de la razón, resulta difícil dirimir a quien le corresponde la mayor porción de ella


"Los problemas esenciales nunca son fragmentarios y los problemas globales son cada vez más esenciales" 

Edgar Morin.

Recientemente se han difundido profusamente en casi todos los medios de comunicación, los aumentos que las empresas de medicina prepaga con mayor cantidad de afiliados –no más de media docena-, le han impuesto a estos últimos. El gobierno respondió yendo a los tribunales arguyendo principalmente la supuesta cartelización –acuerdo para generar abuso de situación dominante de mercado-, hecho que fue respondido desde las compañías diciendo que tales incrementos corresponden a sus similares inflacionarios devenidos en sus egresos. Cuando ambos lados tienen parte de la razón, resulta difícil dirimir a quien le corresponde la mayor porción de ella.

En principio y redondeando groseramente, corresponde hacer un breve repaso de quien cubre a  los argentinos en su enfermedad: 

Visto esto, vale decir que esta disputa suscitada durante la semana pasada, se circunscribe aproximadamente al 20% de la población, en descenso actualmente habida cuenta de la pérdida de alrededor de 1.000.000 afiliados en el último trimestre según datos emitidos por las empresas. O sea que, por mucho que se proclame y sin  desmedro de los beneficiarios de este sector, éste no parecería ser el principal problema. Las defecciones en este aspecto del IOMA o del PAMI por ejemplo, son claramente más significativas y perjudiciales por su cantidad de afiliados –2.2 millones y 4.8 millones respectivamente- puesto que la manera de “aumentar ingresos” de ambos redunda en retacear la asistencia –esencial en muchos casos- a sus afiliados o brindarlas con prestadores poco calificados.

Una similar cuestión, les cabe a las obras sociales sindicales y provinciales e institutos nacionales –incluyendo las citadas en el párrafo precedente- quienes manifiestan que los escasos ingresos devenientes de los porcentajes salariales, jubilaciones y aportes del Estado no son suficientes para afrontar sus compromisos. También los hospitales públicos –donde se asisten los más vulnerables sanitariamente hablando- padecen insuficiencias notorias que a diario se publicitan en los medios de comunicación, aduciendo el mismo argumento: falta de presupuesto adecuado. Curiosamente o no, poco o nada se dice del aumento exponencial de los medicamentos e insumos en nuestro país, que tienen una incidencia marcada en el gasto de los financiadores. Concluyendo, es un problema más general que el de un solo sector y se resume a la fórmula de los recursos limitados versus las demandas infinitas.

Entonces, volvamos a la pregunta del inicio: ¿Es el aumento de las prepagas el verdadero problema de la asistencia de las enfermedades de nuestros compatriotas? Obviamente no, este hecho afecta a una proporción minoritaria de la población que justamente no es la más desamparada. Otros factores son mucho más determinantes: 

  1. La fragmentación del gasto total en salud. En Argentina hay más de 300 prestatarias incluidas en el gráfico. Esto significa otros tantos criterios para la administración de los egresos, pagos de administradores y personal –la mayoría con cantidad superior a la necesaria- y desvío de recursos hacia otros fines. Somos la única nación del mundo con esta cantidad de financiadores de la salud y esto solo demuestra en forma prístina el error sustancial del sistema. Éste es, sin duda alguna, el principal problema a solucionar y, desgraciadamente, el que ningún gobierno se atrevió a enfrentar, a excepción del Decreto 9/93 que fue un intento tibio del gobierno menemista. En tanto no se reduzcan a no más de una docena, seguiremos soportando que muchos paguen con salud lo que no pueden pagar con dinero.
  2. Los fármacos e insumos médicos. A ello se suma el ingreso casi irrestricto de medicamentos al país, más de un millar y medio en los últimos años –con sólo una veintena de drogas nuevas descubiertas en el mundo en el mismo lapso-, conjuntamente con insumos –prótesis, ortesis- y prácticas médicas de dudosa plusvalía, configuran un  hecho que, como bien expresara el especialista italiano Gianni Tognoni, nos pone ante una opción de hierro: La salud como derecho o como mercancía.  Como dato adicional, en 2020 Argentina lideraba el consumo de medicamentos en toda América latina, con un gasto per cápita de 1.173 dólares mensuales a valor de ese lapso, es decir, estamos sobremedicados si se me permite el neologismo.
  3. La ausencia de planificación de la formación del recurso humano y edilicio en salud. Se debe establecer cuántos y qué tipo de profesionales se requieren para asistir a nuestros compatriotas, dato hoy ausente y combatido por un seudoprogresismo que alienta el ingreso irrestricto a las universidades desconociendo que no hay disponibilidad humana, estructural ni presupuestaria para tal dislate. Consecuentemente, se deben establecer asimismo las características, cantidad y localización geográfica de los establecimientos asistenciales que se necesitan de acuerdo a las demandas observadas, incluyendo a los hospitales estatales como prestadores de todo el sistema en igualdad de condiciones que los privados.
  4. La omisión del establecimiento de prioridades de atención. Asimismo, debe rehacerse el Programa Médico Obligatorio, indicando precisamente las prácticas que deben cubrirse y lo que debe quedar fuera de plan, puesto que no existen recursos suficientes para cubrir todas las demandas sanitarias en el tiempo que requiere la población. Hoy se programan asistencias de acuerdo a los criterios de cada administrador, sin un hilo conductor que permita coordinar esfuerzos y dineros. Esto puede parecer cruel pero no es más que el reflejo de lo que sucede, a pesar de la hipocresía de algunos que afirman que con el actual sistema se cubre totalmente la salud de las personas. Una asignación correcta del gasto –cubrir con el dinero disponible la mayor cantidad de gente y las afecciones de mayor incidencia en primera instancia- es la llave para comenzar a corregir esta inequitativa realidad que tenemos ahora.

Sobre estas bases, entre otras de menor incidencia pero también necesarias no nombradas por el necesario compendio en este artículo, debe comenzar a asentarse la imprescindible reestructuración del sistema sanitario nacional, comprensivo de las realidades regionales en un país tan extenso y ajustado a la necesidad de sus habitantes. 

La ausencia sempiterna de un plan de salud nacional, que permita acceder en condiciones equitativas a todos los argentinos a la promoción, prevención, asistencia y rehabilitación de la salud es la principal culpable de estas falencias que, verdad de Pero Grullo, conocemos todos. Las políticas iniciadas por Ramón Carrillo (1906-1956), Arturo Oñativia (1914-1985) o Aldo Neri (1930-2023) no han tenido la continuidad y extensión que hubiesen merecido. Otras, como las propuestas por Graciela Ocaña e Ignacio Katz, han sido abortadas antes de conocerse. Entretanto no tengamos un plan rector, uniforme y de cumplimiento obligatorio para todas y cada una de las provincias, nuestros compatriotas más desprotegidos, tengan o no aseguradora de salud, seguirán con la única inversión que pueden hacer: sus años de vida. Una crisis es riesgo y oportunidad dice el viejo refrán, hagamos votos para que este sea el momento.
 

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