sábado 16 de agosto de 2025 - Edición Nº2446

Rosca | 21 feb 2024

Reflexiones de Mario Riorda

Desafíos de la Comunicación Política en la Era de la Hiperpersonalización

"Estos sentimientos se han arraigado en la ciudadanía, generando un clima poco favorable para el desarrollo de una comunicación política sobria, apegada a las instituciones", afirmó Riorda


De acuerdo a lo expresado por el investigador, Mario Riorda, en un hilo en su cuenta de la red social "X", la sociedad atraviesa desde hace tiempo una profunda crisis de confianza en la política, alimentada por una creciente inquietud y escepticismo generalizados. "Estos sentimientos se han arraigado en la ciudadanía, generando un clima poco favorable para el desarrollo de una comunicación política sobria, apegada a las instituciones", afirmó Riorda.

En este contexto, tres factores contribuyen a expandir este fenómeno desde una mirada de la comunicación política: la hiperpersonalización, la hiperintimidad y la hiperideología.

De acuerdo al investigador argentino, la hiperpersonalización refiere a una exagerada personalización que minimiza el valor de las instituciones, lo que ha llevado a una disminución relativa de la confianza que los ciudadanos depositan en ellas, ya sean religiosas, políticas, sociales, educativas u otras. Riorda señala que muchas instituciones, más allá de su peso necesario en la vida pública, son despreciadas por mucha gente, lo que genera odio y sentimiento de vulnerabilidad. "La dependencia en el desempeño individual de los líderes deja a la sociedad expuesta y sin un soporte sólido", agregó.

El segundo factor, la hiperintimidad, según Riorda, refiere al fenómeno en el que los límites entre lo político y lo no político desaparecen por completo, lo que puede llevar a que la vida pública se vea exactamente igual a la vida privada. Lo auténtico y “mundano” parece ser más viral y querible que el resguardo institucional en el caso de líderes con responsabilidad pública, generando una puja respecto a qué vale más, ¿las ideas o la imagen personal?

El tercer factor es lo hiperideológico. Riorda sostiene que estamos en un momento de un nuevo esplendor de la ideología pero "recargada": sustentada algunas veces en concepciones como el primitivismo, lo que acarrea falta de racionalidad; en el juicio moral, con su consiguiente negación de la otredad; y en una simplificación del discurso que muchas veces adquiere posturas negacionistas, antidemocráticas, xenófobas o misóginas. En ese sentido, considera que la ideología actúa como sentimiento ideológico en muchos casos.

Asimismo, Riorda señaló que palabras como comunismo y fascismo comienzan a surgir con más frecuencia, y la ideología misma se ve borrosa debido a la presencia de múltiples “ismos”. "Esta trampa ideológica genera confusión y mucha reacción de quien, muchas veces con razón, quiere liberarse de estas etiquetas pero otras veces, esconde posturas tan o más extremas que aquellas", agregó.

Ademár, Riorda manifestó que si se analizan las definiciones de izquierda y derecha, se puede recuperar la noción en relación a la desigualdad como lo planteara Norberto Bobbio. Ser de izquierda implica entender que existe desigualdad y que es necesario aproximarse a criterios de igualdad en la medida de lo posible. Sin embargo, destaca que es importante tener en cuenta que cuando la izquierda alcanza el poder y tiene la oportunidad de implementar cambios, también puede generar nuevas desigualdades al crear una nueva oligarquía que se separa del resto de la sociedad.

Por otra parte, ser de derecha implica concebir que las desigualdades son producto de un orden social y que siempre habrá desigualdades debido a la "tradición" y la "herencia". No obstante, Riorda restalta que hay una característica en ciertos sectores de la derecha, y es que buscan mitigar estas diferencias con respuestas subsidiarias, que no modifican el status quo, pero lo compensan.

A pesar de los desafíos que la hiperpersonalización, la hiperintimidad y la hiperideología nos plantean, según Riorda, debemos aspirar a exigir una mayor calidad de argumentos y promover un espacio de diálogo y debate. Jürgen Habermas proclama una «coacción sin coacciones del mejor argumento” -lo que coloquialmente sería algo así como una fuerza no forzada de la racionalidad-. Esto implica que cada discurso tenga que “desempeñar” razones que apoyarían tal expresión. No aportar razones, vale decir, no justificar discursivamente cada proposición, representa una falta de índole moral.

En conclusión, desde esta concepción, el lenguaje es entendimiento. No se trata de concordar, se trata de argumentar, aun para discordar. La acción comunicativa de Habermas pretende alcanzar un acuerdo aceptable por los participantes e implica que cada uno de los participantes se comprometa a dar razones suficientes para defender la validez de sus afirmaciones cuando le son requeridas.

En ese sentido, de acuerdo a Riorda, el problema es que gran parte del discurso público y político contemporáneo ignora esta proposición y está orientado a la generación de identidad con un fuerte parecido con la predicación religiosa antes que con un modelo deliberativo. "Ello va tornando a la política jerárquica, celosa custodia de una palabra dada o incluso mesiánica. Esta reflexión escrita hace tiempo sigue siendo completamente relevante hoy en día", finalizó.

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