sábado 12 de julio de 2025 - Edición Nº2411

Voces | 17 feb 2024

Opinión

El respeto a las instituciones comienza por casa

Luego de la disputa verbal entre el presidente Javier Milei y la cantante "Lali" Espósito, una reflexión sobre la importancia de la investidura y el obrar acorde


I. Respeto a la investidura. Los agravios que un presidente, primer ministro, gobernador, intendente, senador o diputado reciben diariamente, sean éstos proferidos por ciudadanos de a pie o dirigentes, son condenables como cualquier insulto dirigido de una persona a otra; la violencia verbal es, muchas veces, predecesora de la física y los resultados de esta última son imprevisibles. Dicho esto, me gustaría explorar otro aspecto del tema: la observancia del mandatario a su título.

El primero que debe respetarse a sí mismo es el regente electo. Para ello, no debiera responder injurias con términos similares, sino simplemente ignorarlas o responderlas en forma adecuada, dependiendo siempre de quién originó el vilipendio, si es un par o no. El lenguaje, como modo esencial de comunicación, es importante y debe usarse correctamente y ajustado a la representación que se ejerce. Cuando habla públicamente un político elegido para un cargo, no habla la persona sino que lo hace en representación de un país, de una provincia, de una ciudad, de los afiliados a un partido o de la función que desempeña. No es su voz sino la de los ciudadanos que lo eligieron para tal cargo o de la institución a la cual pertenece. Por tanto, sus palabras deben ser elegidas y usadas cuidadosamente.

No está sucediendo eso en nuestro país, vemos a diario dirigentes que intercambian afrentas personales como si fueran moneda corriente con términos que harían enrojecer a un barra brava, ignorando que esa actitud hace que el respeto de la gente que los votó merme considerablemente. Cuando alguien es elegido para un cargo, insisto, debe dejar de ser quien es para interpretar y actuar de acuerdo a la comunidad que lo designó. Ya no es él, sino el conjunto al que representa, por tanto debe moderar sus ímpetus y pulir su lenguaje y sus formas para evitar aristas que lesionen a toda la sociedad, tanto a los que fueron partidarios como a los opositores. No importa mucho que haga el otro, como escribiera Almafuerte “…deglutiendo el rencor de las afrentas, se formaron los santos y las santas…” El desmerecimiento le cabrá al desaforado, nunca al moderado. 

II. La capacidad. Todo ciudadano que se postule para un cargo en cualquiera de los tres poderes republicanos, debe demostrar la formación adecuada para ello. Si bien, parafraseando al principio de Peter respecto a que todos llegan a su nivel de incapacidad –que puede o no ser cierto-, durante el trayecto se pueden obtener hechos positivos que hagan fructíferos los desempeños. Condiciones básicas como la competencia y experiencia fueron, y son aún hoy, ignoradas para la designación de muchos cargos legislativos y técnicos. Las redes sociales, inclementes en su anonimato, demuestran a diario que muchos de nuestros dirigentes políticos –diputados, senadores, directivos de organismos públicos y funcionarios judiciales- carecen de la pericia necesaria o, peor aún, algunos tienen dificultades para la comprensión de textos de mediana complejidad.

En el mismo sentido, citemos como ejemplo instituciones como PAMI, IOMA, AYSA y tantas otras que fueron o son dirigidas por funcionarios incompetentes para llevar a cabo la conducción de organismos tan complejos, circunstancia que redunda en la deficiencia de los cometidos que debieran haber cumplido.

III. Los hábitos cotidianos. El desarrollo de la vida diaria de cualquier dirigente o funcionario debería ser lo más aproximado al de cualquier habitante; custodiado sí, con protocolos usuales también, pero con a austeridad, el recato y la modestia como condiciones excluyentes. Nada menosprecia y molesta más que los privilegios obtenidos a costa de los dineros públicos. Vuelos en aviones sanitarios para cuestiones recreativas, designación a destajo de familiares en cargos públicos, ostentación de bienes incompatibles con los ingresos, uso de los elementos del Estado como si fueran propios, vulneración de las normas establecidas, acceso a beneficios inalcanzables para la población, son actitudes que vemos a diario y, sin embargo, tan frecuentes que ya forman parte del paisaje y generadores de envidia en ocasiones más que de condena. Miles de ejemplos podría detallar pero, con seguridad, son conocidos por la mayoría y, por tanto, sería redundante recordarlos. 

IV. Las dobleces. Otro factor de irrespeto. Si vemos la rosa de los vientos, estos pueden venir del norte, del noreste o del noroeste, sin mayores cambios, ahora, si de repente mutan al sur cambia casi todo, la temperatura desciende y la posibilidad de lluvia se acrecienta. Algo similar sucede con nuestra clase política, el pueblo puede admitir discretas variaciones, pero jamás perdona irse del norte al sur. Excepción hecha del peronismo que, con su carácter camaleónico puede variar de la derecha a la izquierda sin despeinarse. Eso sí, no le exijan a la gente inteligente que comprenda y apruebe semejante metamorfosis. Muchos políticos han cambiado groseramente de camiseta y hoy lo único que tienen son los emolumentos de sus puestos, el respeto de la gente no.

Lo antepuesto pudiera parecer fútil o utópico, pero es indispensable para lograr una dirigencia creíble y que logre el respeto de la población, que no es ni más ni menos que lo consideren un igual con mayores responsabilidades, pero con la suficiencia exigida para la función que desarrolla. 
 

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