

En la Argentina, a pesar de que comunmente se cree lo contrario, los jóvenes leen más que los adultos. Entre los chicos en edad de asistir a la escuela secundaria (de 13 a 17 años), casi 7 de cada 10 (un 77%) asegura haber leído un libro durante el último año, mientras que entre los adultos mayores de 30 menos de la mitad responde positivamente.
Los datos surgen de la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales del Ministerio de Cultura, que confirman la idea de que la escuela es una gran ocasión para que los ciudadanos conozcan el mundo de la lectura.
En ese sentido, los datos de la encuesta demuestran que para la mayoría de los argentinos, los años escolares son la etapa de mayor contacto con la experiencia lectora. Luego de esa etapa se ubica el período terciario o universitario, ya que en la franja que va de los 19 a los 29 años casi 6 de cada 10 consultados (el 58%) respondieron haber leído por lo menos un libro en el último año.
Una vez terminada la educación formal, menos de la mitad de los argentinos continúa leyendo. De acuerdo a los resultados del sondeo, entre las personas que tienen entre 30 y 49 años, sólo el 46% dice haber leído un libro, el mismo porcentaje de quienes tienen entre 50 y 64 años. El número de lectores disminuye aún más tras la jubilación. El trabajo indica que entre los mayores de 65 años, apenas el 40% dice que lee libros.
Otro de los datos que brinda el estudio es que entre los adolescentes de 13 a 17 años, los géneros más leídos están relacionados con las propuesta que hace la escuela. De esta manera, el 52% de los consultados dijo haber leído libros de narrativa en el último año, mientras el 39% habla de textos escolares y un 34% menciona libros de Historia. Otro de los datos que surgen de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales indica que la mitad de la población del país (un 51%) leyó por lo menos un libro en el último año.
Ese porcentaje es superior al de 2017, cuando alcanzó al 44%, pero se ubica por debajo de la de 2013, año en que el 57% de los consultados señalaron haber leído al menos un libro.
El informe destaca que, cuando las mayores oportunidades de lectura están en aquellos hogares que cuentan con libros, en el 40% de los hogares argentinos los libros están prácticamente ausentes: hay entre 0 y 10 libros. Un 22% estima tener entre 11 y 25 libros en su casa; otro 23% calcula entre 26 y 100 libros; mientras que un 10% de la población calcula tener más de 100 libros en su biblioteca.
Con respecto al soporte, el informe destaca que la lectura de libros en papel, ocasional o frecuente (48%), continúa predominando ampliamente sobre otros soportes, como el libro digital (20%) o los audiolibros (10%). Sólo el 3% de los participantes en la encuesta comentó no haber leído nunca un libro en papel, mientras que el 41% dice no haber escuchado nunca un audiolibro. En relación a los dispositivos electrónicos como pantalla de lectura, el celular (17%) se impone a la computadora (8%).
Con respecto a los motivos que promueven a la elección del libro leído, el 12% de los encuestados menciona el tema o el género literario, mientras que en segundo lugar, con el 9% de las respuestas, surge la sugerencia de la escuela o la universidad. Del estudio se desprende que el género más leído es el narrativo (cuentos y novelas) con un 27%, seguido de Historia (18%), manuales escolares (11%) y textos científicos o técnicos (11%).
Para efectuar el relevamiento se obtuvieron los datos de una población de personas de 13 años en adelante, residentes en hogares particulares en aglomerados urbanos con más de 30.000 habitantes. Además, se caracterizó por una perspectiva federal al juntar información de siete regiones del país: Ciudad de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, la zona del Centro, Noroeste y Noreste argentino, Cuyo y Patagonia.
En el relevamiento, tomó una población de 3.380 casos, trabajaron equipos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) junto a instituciones académicas como la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y el Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), entre otras que articularon el trabajo de campo y el procesamiento de datos.