jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº1940

Voces | 21 abr 2022

"Que ves cuando me ves", por Carlos Fara

Y como si tuviéramos pocos conflictos, le sumamos el choque de trenes institucional por el control del Consejo de la Magistratura, lo cual deslumbra con una creatividad estratégica fuera de serie


Y como si tuviéramos pocos conflictos, le sumamos el choque de trenes institucional por el control del Consejo de la Magistratura, lo cual deslumbra con una creatividad estratégica fuera de serie. Es uno de los pocos consensos a los cuales se arribó por estos días dentro del Frente de Todos.

El Alberto post Pascuas ha decidido seguir haciéndole ofrendas a su compañera de fórmula. Esto significa tregua (que ella no reconoce; en reserva no ahorra epítetos de grueso calibre para referirse a El cotidianamente). En ese marco van los bonos, el impuesto a la renta inesperada, el guiño a Venezuela, etc. Nada nuevo. El presidente sigue pedaleando para no caerse de la bicicleta, como buen equilibrista.

Tratando de no caerse de la bici, sigue sin conformar a nadie, empezando por Cristina. Pero tampoco a los gobernadores, ni a la CGT. Así, sus aliados políticos en el gabinete tienen cada vez menos incentivos para bancar la parada. Es más probable que los cambios en el gabinete se den porque se le vaya algún cercano, fruto del fastidio con el presidente que no decide, a que sean una decisión de Alberto. “La vida por Alberto” parece que no funciona como slogan. Hasta el más fervoroso termina exponiendo su fatiga cuando no ve un rumbo como aliciente. De ahí a la soledad hay un solo paso

La política contemporánea es un juego vertiginoso y cortoplacista. No solo en la Argentina. Las sociedades colman su paciencia rápidamente, tanto como cuando un film en streaming no logra atrapar al espectador luego de los primeros 15 minutos. Si no, pregúntenle a Boric y Castillo. Hay que tener la piel muy curtida para bancarse los cambios climáticos: lluvia, sol, viento frío, humedad extrema, todo en el lapso de pocas horas. Así, no hay cuerpo que aguante.

Dice el sociólogo francés Christian Salmon en su libro “La Ceremonia Caníbal” que “ya no son ni el uniforme ni el ritual de sus apariciones quienes legitiman la autoridad de los gobernantes, es el cuerpo mismo quien está sometido a una puesta en cada instante”. Así alude al foco en el buen estado corporal de Obama, Putin, Sarkozy, Belusconi, entre otros. Y agrega que “ahora es la delgadez quien da a los gobernantes su credibilidad”, es decir, alguien que tiene el estado físico adecuado para mostrar adaptabilidad a los constantes cambios que ofrece la coyuntura.

Yendo al plano local, mucho se habla del mal estado físico del presidente, de su exceso de peso, sus ojeras y su falta disciplina en sus hábitos cotidianos. Él ha respondido directamente diciendo que «muchos me critican las ojeras, pero no tengo más opción de tener ojeras si tengo que trabajar así», buscando comprensión y piedad ciudadana. Eso lo declaró en agosto del año pasado, antes de las elecciones. El electorado no lo dispensó.

Uno de los rasgos estructurales de la política contemporánea es el desplazamiento del fondo en favor de la forma. Por eso, más allá del nivel de imagen positiva, la mayor atracción la están generando personajes que lucen vitales / vigentes / disruptivos. Cristina con su formidable oratoria. El hiperactivo Macri. El siempre llamativo Milei. Tres personajes claramente distintos entre sí, pero con el look adecuado para la era de la política líquida.

En este marco, Salmon también señala como una característica exitosa de conexión emocional el uso del lenguaje llano, casi vulgar. De vuelta, Milei con sus exabruptos (sorete, pelado asqueroso de mierda, casta) es un perfecto ejemplo de lo que está buscando. Pero no es el único. Hace pocos días el jefe de gobierno de la CABA en un acto partidario uso términos como “no ganamos en la puta vida”, “no jodamos con esa boludez de los halcones”, “se necesitan muchos huevos” y “nos fue como el orto”. Todo lo resumió diciendo que “somos demasiado correctos a veces, rompamos un poco el molde, zárpense un poco más”. Nada de lo que escandalizarse, obviamente. Así hablamos la gran mayoría de nosotros en nuestra vida cotidiana. Pues, qué mejor que dirigentes que nos representen, al menos en nuestra forma de hablar!

¿Acaso esta columna le aconseja al presidente que baje de peso para mejorar el look y avala improperios de parte de quienes deberían dar el ejemplo? En absoluto. Esta columna solo describe, no juzga. Identifica lo que funciona y lo que no. Es un espacio de realpolitik, deliberado.

El excelente Salmon –quizá sesgado por su adscripción ideológica- se le escapa que la realidad es más compleja que focalizarse en el estilo. Sarkozy no fue reelegido pese a su obsesión por anular sus excesos adiposos en las fotos. El buen estado físico de Macri no evitó que se convirtiera en uno de los únicos 4 presidentes en Latinoamérica que no lograron su reelección desde 1985. Tampoco Alberto hubiese evitado la derrota oficialista del año pasado por estar en buen estado físico (tampoco la pavada…). Pero sí hay una cuestión conceptual: ¿cuánta versatilidad / adaptabilidad logra mostrar un/a dirigente para transmitir que está a altura de las circunstancias? Quizá no se trata tanto de agilidad física, como de agilidad mental y política.

Divididos cantaba allá por 1993: “Qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad”.

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