

Creo que la probabilidad de que haya acuerdo con el FMI y eso se apruebe en el Congreso sigue siendo alta. Pero también creo que esto recién empieza, ya que lo más relevante es cómo se cumple con el Fondo. ¿El Fondo lo sabe? Obviamente. Saben que le están suministrando un calmante potente a un paciente que tarde o temprano deberá someterse a una operación de riesgo. ¿Y entonces para qué lo hace? La respuesta es ¿qué otra opción le queda?
Repasemos lo que dijimos en esta columna a principios de diciembre acerca de las razones por las cuales lo más probable sería que haya acuerdo:
A dichos factores agreguemos dos:
Como a río revuelto ganancia de pescadores, la actitud condescendiente es el mal menor para que las cosas no se escapen de las manos, y sea peor el remedio que la enfermedad. América Latina no es la región más interesante del mundo, y mucho menos si se convulsiona innecesariamente.
Hagamos el ejercicio partiendo de la hipótesis de no acuerdo:
Se dispararían negativamente los indicadores básicos, pero sobre todo el dólar blue y las expectativas inflacionarias, caerían los bonos argentinos a precios de remate, subiría el riesgo país, los empresarios remarcarían precios y dolarizarían todos sus activos lo más rápido posible, siendo reticentes a cualquier pacto social para apagar el incendio (solo faltaría que Guzmán y Alberto ensayen algo como “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”). Pero por sobre todas las cosas, el zafarrancho político sería mayúsculo:
En síntesis: algo así como “todos a los botes”. Pero la película no terminaría acá.
Como el escenario se acercaría rápidamente a la hipótesis de inflación desbocada -con todo lo que eso significa- la pregunta que empezaría a rondar rápidamente es si Alberto puede terminar su mandato en estas condiciones, agregándole leña al fuego. Ahí se abre otra ventana en la pantalla: ¿Si Alberto renuncia, Cristina también? ¿Massa juega fuerte para ser “el Duhalde” de 2022? ¿La oposición viendo que el arco está libre pedirá elecciones anticipadas? ¿Volvería alguien como Lavagna para generar consenso y calmar las aguas? Etc. etc.
El problema eterno de patear el tablero es que ningún jugador sabe con qué fichas se quedará luego, salvo los muy temerarios, o los que menos tienen para perder. En este tipo de crisis el fastidio con “la casta política” se incrementa, y los audaces pueden hacer su agosto, por izquierda y por derecha. De modo que tomarse la temperatura en el peor momento no es aconsejable. Mejor primero tomarse un paracetamol.
Toda esta película catástrofe no necesariamente se producirá. Diría que hoy es poco probable dado que a la mayoría de los grandes actores no le conviene (repito: a la mayoría, no a todos). Aunque parezca tonto recordarlo, Alberto no está a punto de que le bajen el pulgar desde el Norte como le sucedió a Alfonsín (1989) y a De la Rúa (2001).
En esta ocasión el modelo económico tampoco cierra, pero menos cierran a) las alternativas políticas dentro del oficialismo, b) una crisis más en la región, y c) las alternativas geopolíticas a nivel global. Curiosa coincidencia, ambas mega crisis previas -1989 y 2001- se dieron con dos Bush en la Casa Blanca. ¿Será Biden Juan Domingo?