¿Es esta la “máxima” crisis del gobierno de Alberto? Aún no lo sabemos. Primero parecía que era la famosa carta de Cristina del 26 de octubre de 2020 con los funcionarios que no funcionan. Luego la “semana trágica” post PASO. Y ahora esto. Dependerá de cómo lo maneje Alberto, porque esto recién empieza: ya aumentaron las naftas el 9 %, el mundo feliz de los congelamientos no da para más, aún para una estructura que está bajo el radar de La Cámpora.
Se disparan muchos interrogantes a partir de esto. Vamos a tratar de darles respuesta a los principales.
- ¿Se rompe el Frente de Todos? Poco probable. Si se rompe, el camino hacia 2023 se le vuelve muy cuesta arriba para toda la confederación peronista. Muchos accionistas –gobernadores, intendentes, sindicalistas, los que pedían racionalidad y arreglar con el Fondo- van a trabajar para suturar heridas y bajarle el volumen porque a este gobierno le queda la mitad de mandato por delante. Con mucha crisis muchas fichas quedan en el aire, cosa que la política odia (y cualquier ser humano también). Hay trasnochados que les gustaría un quiebre ya, pero eso es facilitarle mucho las cosas a la oposición, justo cuando Alberto logra un hito de racionalidad al arreglar con el FMI.
- ¿Con esto empieza el operativo Máximo 2023? Puede ser, pero no es relevante. El ex jefe de bloque no tiene buena imagen, no tiene proyección, no tiene liderazgo hacia la sociedad y si se radicaliza peor todavía. De modo que quizá sí, pero esta crisis no le servirá para nada, salvo para solidificar un pequeño núcleo ideologizado (y con eso no se ganan elecciones).
- ¿Con esto empieza el “Albertismo”? Acá la película se llama “Mi pasado me condena”, porque nada de lo que sucedió en estos últimos dos años permite pensar que eso vaya a ocurrir. Claro que el pasado no es un buen predictor necesariamente del futuro: una crisis puede convertir a un perro de paja en un héroe. Suena difícil por los mismos argumentos que cuando se analizaba una eventual ruptura del Frente: muchos accionistas no quieren agitar las aguas, justo ahora. Eventualmente eso se pueda traducir si hay PASO dentro del oficialismo, pero no en el corto plazo. Un elemento adicional: los entusiastas originales de que haya albertismo se fueron decepcionando con el pasar del tiempo; o sea, sin actores socios, solo con la voluntad del líder no alcanza.
- ¿Alberto saca alguna ventaja de esta crisis? Puede sacarla, aunque no hay garantía. Como en política siempre corresponde hacer más de una lectura, habría tres grandes ventajas: 1) él queda como moderado frente a la radicalización cristinista, 2) si todo sale bien, le queda despejada la segunda mitad de mandato de hacer pagos al Fondo (no menor), y 3) al expresar su disidencia Máximo, el presidente queda con más libertad de acción (total, ya no lo tiene que conformar). El jefe del ejecutivo, que habitualmente comunica mal, el lunes a la noche estuvo astuto en el reportaje que dio en C5N: reconoció la crisis, le bajó el volumen, advirtió alguna disidencia de Cristina y dio una clase de racionalidad discursiva a la que es poco afecto. Not bad.
- ¿Máximo es autónomo de Cristina? En absoluto, más allá de que pueda haber diferencias tácticas. Si los vemos a ambos como un combo, la jugada de Máximo es una reacción de mediana intensidad, comparado con una furia de su madre. De modo que de todas las opciones estratégicas, bajaron una carta intermedia. Todavía puede ser que ella hable, pero quizá no en lo inmediato. En su momento ya se cobrará la factura, sin duda.
- ¿Habrá problemas para aprobar el acuerdo en el Congreso? Difícil. Si el kirchnerismo lograse lo mismo, se le complicaría la presidencial de 2023: a diferencia de 2001, Juntos no tiene ninguna posibilidad de poner a uno propio en la línea de sucesión. Por lo tanto, la oposición dará quorum aunque se abstenga, con lo cual facilita. El ala radicalizada puede votar en contra –complicado- o abstenerse –con lo cual también facilita. Los diputados y senadores que respondan a sus gobernadores lo más probable es que voten por la positiva: si no hay acuerdo, Argentina entrará en zona de mayor turbulencia, y los que más pagan los platos rotos son los que tienen a cargo los ejecutivos: mal negocio.
¿Y ahora?
Primero, el presidente encapsuló la crisis y ya designó presidente de bloque (no lo delegó en la asamblea de sus diputados).
Segundo, el elegido es uno cuyo jefe político –Agustín Rossi, que ya fue jefe de bloque- quedó malhumorado con Cristina porque arregló con el gobernador Perotti en las PASO del año pasado en la provincia de Santa Fe (¿Rossi futuro jefe de gabinete si Manzur se cansó del cargo y especula con volver a Tucumán, para lo cual está sondeando a la Suprema Corte provincial?).
Tercero, así como un arreglo es mejor que ningún arreglo, una aprobación aunque deslucida es mejor que ninguna. Aun así, el ejecutivo puede hacer un by pass: decir que esto solo fue una renegociación y así evitar el trámite parlamentario.
Last but no least, la clave de todo es si Alberto muestra en el día a día que puede cumplir con el Fondo, porque todo lo demás puede ser muy relativo. Solo para poner un ejemplo de una cuestión presupuestaria clave: si se decide un aumento de tarifas de servicios públicos por encima de la que aceptan Cristina y Máximo, ¿qué hará el secretario de energía? ¿se rebelará ante el presidente o renuncia? Ahí podemos tener otros capítulos más graves de esta crisis, porque es el “pasa o no pasa” para ir cumpliendo las metas con el FMI.
Esto recién empieza. Por la envergadura de lo que está en juego, quizá el acuerdo con el Fondo se convierta en un antes y un después en el mandato de Alberto. Lo cual no significa necesariamente algo positivo. Como en Netflix, esperamos 20 segundos a que empiece el próximo capítulo.