

“Pocos son capaces de diseñar una política, pero todos somos capaces de juzgar sus resultados”. Pericles, siglo V A.C.
"¿Quosque tantem abutere Catilina patientia nostra? (¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia?)" Cicerón, Catilinarias, 63 A.C.
Con 7.817 casos nuevos al 30 de agosto y muy próximos a entrar en la triste lista de los 10 países con más contagios en el mundo con 408.416 casos, aparece como obvio que el gobierno desarrolló una política errada al respecto y, no sólo eso, sino que reiteró sus fallas, ignorando la máxima adjudicada a Einstein que no se pueden lograr resultados diferentes haciendo siempre lo mismo.
Decíamos hace un mes y medio atrás (ver http://www.periodata.com.ar/opinion/covid-19-la-epidemia-es-algo-muy-serio-para-dejarla-solo-en-manos-de-los-infectologos) que la cuarentena no era apropiada como único método y que su extensión era inútil. Los números demostraron eso. Claro que algo cambiamos, denominamos “no cuarentena” a las restricciones que siguen iguales que antes, acuñando un eufemismo difícil de trasegar y ratificando que el nuevo término –mejor desde el punto de vista mediático según dicen- es una hipocresía más disfrazada como “políticamente correcta”.
"Otra mudanza que se notó es la ruptura de la armonía prendida con alfileres entre el gobierno de la CABA y la provincia de Buenos Aires"
Otra mudanza que se notó es la ruptura de la armonía prendida con alfileres entre el gobierno de la CABA y la provincia de Buenos Aires. Mientras que el ministro porteño Fernán Quirós afirma que la curva se aplana y el pico ya pasó y promueve una apertura gradual –incluyendo clases presenciales-, sus pares provinciales Daniel Gollán y Nicolás Kreplak continúan imaginando cadáveres sembrados en las calles e incrementan las prohibiciones en su territorio con ausencia de cualquier otra medida. Similar partido tomó Nicolás Trotta, Ministro de Educación quien, a pesar de sus dichos sobre la desigualdad educativa en el país –cosa cierta-, le impidió a la CABA reanudar las aulas, disposición a la cual coincidieron rápidamente los sindicatos docentes, desvirtuando lo que habitualmente afirman: la defensa de la educación pública.
Por su lado, el gobernador Axel Kiciloff sigue mezclando política partidaria con acciones sanitarias, metiéndose en un terreno que desconoce y tiñendo de ideología a un sector que debe estar ausente a esos vaivenes. Como si esto fuera poco –diría un vendedor ambulante- desde el Ministerio de Salud nacional se exhiben payasos para informar los casos de enfermedad y muerte y se recomienda no toser, no hablar fuerte ni reírse para no promover contagios. Se abren casinos e hipódromos pero no escuelas, se predica distanciamiento social y uso de tapabocas y se ven diariamente fotos de personalidades políticas –incluyendo al presidente y a su vice- sin cumplir esas normas. Se vaticinaron “picos” que siempre se superaron, se pendularon las fases con idas y vueltas que fueron totalmente inocuas y, frutilla del postre, en un arranque esotérico el Presidente Fernández afirmó: “Me hice una carta astral: estoy predestinado a construir desde las cenizas…”(sic.).
El último dirigente político aficionado a estas cuestiones, José López Rega, fue el creador de la Triple A que sembró de sangre la Argentina, espero que no pase lo mismo.
"Lejos de promover una autocrítica para revisar qué se hizo mal, qué se hizo tarde, a quién no se convocó que lo mereciera, qué insumos faltaron que podrían haberse conseguido en tiempo y en forma y de qué manera se podrían balancear los daños causados por el aislamiento con los beneficios que eventualmente originaría..."
Lejos de promover una autocrítica para revisar qué se hizo mal, qué se hizo tarde, a quién no se convocó que lo mereciera, qué insumos faltaron que podrían haberse conseguido en tiempo y en forma y de qué manera se podrían balancear los daños causados por el aislamiento con los beneficios que eventualmente originaría –faltos como lo demuestran los efectos observados- como se haría en cualquier país con dirigentes capacitados, se pone la culpa afuera, usando el término genérico “la gente”. Se aduce que se reúnen, que toman mate, que corren, que se visitan, que abren sus negocios… En fin, que hacen una vida gregaria que es natural en el ser humano. ¿Qué se esperaba que hiciera la población luego de 163 días de cuarentena? ¿Se puede pensar seriamente que se pueden tener 42 millones de personas encerradas en sus casas durante medio año? Las fallidas disposiciones de los encargados de conducir las medidas destinadas a paliar las consecuencias de la pandemia se extrapolaron a culpar a “la gente” que no hace otra cosa que procurar relacionarse, trabajar y tratar de salir de una clausura que los daña física, psíquica, social y económicamente.
Volviendo a las frases del acápite, todos somos capaces de juzgar los resultados de una política y éstos demuestran con claridad prístina su defección. Iterando los mismos hechos sólo logrará colmar la paciencia del pueblo, generarán más perjuicios que beneficios y caerán al lugar desde el cual no se vuelve: el ridículo.