

Quien también parece haber descubierto la maraña de tejidos sociales que es el Conurbano bonaerense, es nada menos que Axel Kicillof, actual gobernador de la pampa húmeda. Necesitó siete meses, cuatro de ellos en confinamiento, para entender la complejidad que significa gestionar una provincia tan heterogénea. Junín no es lo mismo que Bahía Blanca y ninguna de las dos se parece a La Matanza. En su afán de capitalizar lo que ocurre en la Ciudad de Buenos Aires con el virus, no deja de repetir que “El AMBA (donde incluye a la CABA) es una sola región sanitaria, y por eso no hay forma de que nos dividan o nos hagan pelear entre nosotros”.
El Gobernador bonaerense, como Fernández, aún no comprende del todo la dinámica propia que tiene la región más poblada del país. Por eso el primero se asombra cuando salen a luz videos de Lomas de Zamora, Moreno, Escobar, Florencio Varela, Quilmes, General San Martín, Malvinas Argentinas, en donde la gente pasea por la calle desde el inicio del aislamiento obligatorio, sale a trabajar, vive su vida en forma normal. No hay controles allí. No los hubo antes del 20 de marzo ni los hay ahora. Se trata de distritos con barrios marginales en los que la changa es la única forma de subsistencia, la asistencia sanitaria es deficitaria, la falta de cloacas y agua potable un problema grave y, además, son gobernados por figuras del mismo partido político al que pertenece Kicillof.
“El virus cruza la General Paz cuando quiere y también lo hace la enfermedad”, sentenció hace menos de una semana el ex ministro de Economía de Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, en clara referencia a los miles que viven en la zona del conurbano y trabajan en la CABA. Tras prohibir la normal circulación del transporte público (el principal medio de traslado de la clase trabajadora), se encarga de repetir en tono de reproche que “lo que está dañando la economía argentina y mundial es la pandemia”.
El Gobernador bonaerense, como Fernández, aún no comprende del todo la dinámica propia que tiene la región más poblada del país
Para tener una idea de lo que representa en números, en el AMBA habitan unas 16 millones de personas (14.800.000, según el censo de 2010), un tercio de la población de la Argentina. No resulta exagerado decir que, por sí misma, esa región de la provincia de Buenos Aires puede considerarse como un pequeño país. Se calcula que sus límites recorren una superficie de 13.285 km2, aunque esa traza es difusa: cada día se agranda más, en forma de villas miseria.
La comarca está conformada por 40 municipios: Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Berisso, Brandsen, Campana, Cañuelas, Ensenada, Escobar, Esteban Echeverría, Exaltación de la Cruz, Ezeiza, Florencio Varela, General Las Heras, General Rodríguez, General San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, La Matanza, Lanús, La Plata, Lomas de Zamora, Luján, Marcos Paz, Malvinas Argentinas, Moreno, Merlo, Morón, Pilar, Presidente Perón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Miguel, San Vicente, Tigre, Tres de Febrero, Vicente López, y Zárate.
En casi la totalidad de las localidades referidas, el Partido Justicialista reinó ininterrumpidamente desde el regreso de la democracia en 1983; incluso con intendentes que mantienen su cargo desde hace tres o más períodos. Similar es la situación en la PBA, donde desde 1987 (Antonio Cafiero) hasta 2015 (Daniel Scioli), el peronismo gobernó sin pausa el territorio que tiene la densidad poblacional más grande del país.
Los ciclos históricos pueden y suelen repetirse porque, si bien los humanos somos distintos, las pasiones y ambiciones que nos movilizan son similares desde que los primeros homínidos se volvieron sedentarios y conformaron tribus. De todos los animales, el hombre tiene el privilegio de cambiar su carácter y lo ha hecho durante siglos. El poder o el ansia de éste, es siempre el mismo. Lo que ocurrió en 1810 en Argentina -y sin ánimos de entrar en discusiones histórico/mitológicas- fue apenas la punta de un ovillo que configuró gran parte de lo que sucedería en los siglos siguientes. La revolución que no fue tal, las peleas internas, una población que no estaba preparada para dejar de ser colonia y las traiciones en forma de sangre derramada, es parte del legado que dejó ese período cuya columna siguiente se erigió el 9 de julio de 1816. El resto del hilo de nuestra ficción orientadora, tomando prestado el término de Nicolás Shumway, se fue desenrollando en el laberinto del tiempo. Empero, 210 años más tarde, sigue sin mostrarnos la salida.
Quien también parece haber descubierto la maraña de tejidos sociales que es el Conurbano bonaerense, es nada menos que Axel Kicillof, actual gobernador de la pampa húmeda. Necesitó siete meses, cuatro de ellos en confinamiento, para entender la complejidad que significa gestionar una provincia tan heterogénea
El anhelo de perpetuarse en el “mando” tiene su representación cabal en señoríos feudales tan disímiles como Santiago del Estero, San Luis, La Rioja, Chaco, Santa Cruz o Formosa. Sin embargo, debido a su importancia (genera más del 35% del PBI nacional) es en la provincia de Buenos Aires donde esa entronización se ve con mayor fuerza. Con una pobreza estructural evidente, el AMBA es, en gran medida, responsabilidad de quien la gobernó durante más de 30 años. Suena increíble que, en el 2020, el Partido Justicialista haya necesitado de una pandemia para descubrir su existencia.