La empresa de electrodomésticos Whirlpool cerró de forma sorpresiva su planta industrial en el partido bonaerense de Pilar y despidió a alrededor de 220 trabajadores. El argumento de la compañía se basó en los efectos de la fuerte caída en las ventas, la crisis económica y el aumento de las importaciones, que volvió menos competitiva la producción local.
El anuncio tomó por sorpresa a toda la dotación. Según relataron los propios operarios, la noticia se conoció este miércoles durante una reunión en el comedor de la planta, donde los directivos comunicaron que la fábrica dejaba de operar de manera inmediata. “Hasta ayer veníamos produciendo normal y hoy, de golpe, fue el cierre. El director nos dijo que bajó el volumen de ventas, que estamos sobre stockeados”, contó Ignacio Cabezas, uno de los trabajadores, en diálogo con Agenda Propia. 
Además, agregó que la empresa les informó que “es más barato traer de afuera el producto y venderlo”, por lo que dejó en claro que Whirlpool ya no quiere fabricar en la Argentina.
Mientras la compañía ya inició negociaciones con la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) para definir el paquete de salida, que incluiría la indemnización correspondiente más un pago adicional, la medida impacta en unas 220 familias.
De esta forma, alcanza a empleados de producción y de áreas administrativas y logísticas vinculadas a la operatoria de la planta. 
Sin embargo, a pesar del cierre, la marca mantendrá su oficina comercial y su centro de distribución sobre la ruta 8, donde continuarán trabajando alrededor de 110 personas.
Por otro lado, representantes de los trabajadores solicitaron que parte del personal despedido sea reasignado a tareas de despacho para manejar el stock de productos terminados. Esto ocurre en medio de versiones que señalan que la empresa podría enfocarse, de ahora en más, en importar electrodomésticos desde otras plantas del mundo para abastecer el mercado local, lo que convertiría a la ex fábrica de Pilar en un centro de acopio y distribución.
El cierre golpea a una planta que había sido presentada como un ejemplo de modernización industrial. En julio de 2022, Whirlpool anunció una inversión de 50 millones de dólares para inaugurar esta fábrica de 30.000 m2, que llegó a emplear a más de 400 personas de manera directa y más de mil de manera indirecta. 
Así, la instalación había sido descrita como la más moderna del mundo dentro del grupo, con capacidad para producir un lavarropas cada 40 segundos y fabricar 300.000 unidades por año, el 70% destinadas a la exportación regional.
Pero la crisis económica de los últimos meses, la caída del consumo interno y la política de mayor apertura a las importaciones presionaron sobre la viabilidad de la operación local. Los trabajadores detallaron que la planta pasó de producir 600 lavarropas diarios a cerca de 400, mientras que los electrodomésticos de origen chino —a la mitad del precio de un producto equivalente de Whirlpool— ganaron terreno en el mercado. En ese contexto, la compañía decidió cesar la producción nacional y concentrarse en el negocio comercial.