

En política, como en la carpintería, muchas veces se cree que con un último clavo se termina de cerrar el cajón. Pero a veces, ese clavo no aparece, o se dobla al intentar clavarlo. Y entonces, el cajón queda entreabierto, mostrando que nada estaba tan asegurado como parecía.
Eso es exactamente lo que pasó en las últimas elecciones en la Provincia de Buenos Aires. El acuerdo entre el PRO y La Libertad Avanza, se presentó como una alianza estratégica, como el martillazo final que daría solidez a un frente común. Pero en los hechos, estuvo lejos de eso: fue más una imposición que un acuerdo, más un apretón de tuercas desde arriba que un entendimiento real desde abajo.
Desde el nombre hasta las candidaturas, la lógica fue vertical: se definió sin diálogo genuino con las bases, sin integración real de los equipos, sin una narrativa compartida que enamorara al electorado. Lo que debía ser un clavo de cierre terminó siendo una pieza mal encajada, que dejó más preguntas que certezas.
A esto se sumó un elemento que complicó aún más el panorama: el escándalo de los audios sacudió al entorno libertario y los dilatados “silencios” por parte del gobierno no hicieron mas que generar sospechas .
Hoy, el cajón sigue entreabierto. El clavo final no se pudo clavar. Esto deja al oficialismo en una situación de fragilidad, con la necesidad de reconfigurar sus acciones y principalmente actitudes , que por lo visto en estos días posteriores a la elección pareciera que la tozudez supera al sentido común .