

En un contexto de profunda inseguridad económica y social, los argentinos cada vez padecen más los efectos de estas difíciles condiciones de vida, y en los últimos 15 años el malestar psicológico en la población creció de manera sostenida, llegando al 28,1% en 2024.
Un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, se encargó de averiguar sobre el Malestar psicológico: la evolución histórica en la Argentina urbana (2010-2024) y determinantes en el contexto reciente (2022-2024), y publicó datos reveladores sobre el estado psicológico de la población.
Hoy casi tres de cada diez personas manifiestan síntomas ansiosos y/o depresivos, con mayores niveles entre las mujeres, los adultos mayores y quienes atraviesan situaciones de pobreza o precariedad laboral, revela el Observatorio.
A pesar de ser una tendencia en crecimiento desde hace más de una década, el informe advierte que el salto más pronunciado ocurrió entre 2023 y 2024. En ese período, un 18,4% de los adultos vio empeorar su salud mental. A la vez, un 5% de la población mantuvo síntomas persistentes durante tres años consecutivos, y un 12% atravesó un patrón intermitente de malestar.
Otro aspecto de la creciente problemática, es que se ve impactado por las desigualdades sociales:
Sin embargo, el estudio deja abierta a interpretación la causa principal de todos estos problemas. Confirma la influencia de variables ya conocidas (ser mujer, tener una enfermedad grave o crónica, atravesar la pobreza o estar desempleado), pero advierte que estas no alcanzan a explicar por sí solas la aceleración de la tendencia.
“Los factores de riesgo tradicionales acompañan el crecimiento del malestar, pero no explican el salto observado entre 2023 y 2024”, sostiene el informe, mencionando el año que coincide con el primer año de gestión del actual Gobierno Nacional.
Por otro lado, el informe caracteriza al sufrimiento psíquico como “una expresión de procesos sociales de exclusión, exigiendo abordajes de estudio integrales (Méndez-Rivero et al., 2022; Cassidy & Reilly, 2024)”, planteando la necesidad de políticas públicas que permitan seguir estudiando la problemática.