lunes 14 de julio de 2025 - Edición Nº2413

Voces | 27 may 2025

Columna

La moral selectiva de Milei: cuando reclamar ética ajena encubre las propias contradicciones


En los últimos días, el presidente Javier Milei volvió a dejar en claro que su vara para juzgar a los demás es muy distinta a la que usa para sí mismo. La excusa que eligió para no saludar al jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, durante el tradicional Tedeum del 25 de mayo en Buenos Aires, fue que este contrató al consultor español experto en campañas negativas (Antonio Gutierrez Rubí) . Según Milei, eso lo convierte en un "traidor" que merece su desprecio. Y como si estuviera en una tragedia romana, lanzó la ya viral frase: “Roma no paga traidores”.

Hasta aquí, una escena más en el largo historial de desplantes públicos propios del carácter de presidente . Pero lo que vuelve relevante este episodio no es el contenido del reclamo, sino la hipocresía que lo rodea. Porque mientras Milei denuncia operaciones en su contra, su propio espacio político no duda en desplegar herramientas iguales o más cuestionables.

El ejemplo más grave y reciente fue la circulación, días antes de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, de un video falso generado con inteligencia artificial que mostraba a Mauricio Macri anunciando que bajaba a la candidata Silvia Lospennato y llamaba a votar al candidato libertario, Manuel Adorni. El video fue difundido masivamente en redes sociales y llegó a 14 millones de personas, generando confusión en la recta final de la campaña.

Aunque desde el oficialismo no se asumió responsabilidad, varias voces señalan que detrás de la operación estaría el entorno más cercano de Milei, en especial su estratega y mano derecha, Santiago Caputo. Es decir, mientras Milei acusa a Jorge Macri de “jugar sucio”, su equipo más íntimo despliega tácticas que manipulan la opinión pública utilizando tecnologías de vanguardia para difundir desinformación.

Esta doble vara no es nueva en la política, pero adquiere un matiz inquietante cuando provienen de personas que se presentan como adalides de la pureza ideológica y la verdad. Exigen lealtades incondicional, mientras su gobierno practica sin escrúpulos el juego de la desinformación. Reclaman ética, mientras justifica el ataque constante a sus propios aliados coyunturales, a economistas y periodistas . Exigen transparencia, mientras se esconden los autores de operaciones digitales que alteran el juego democrático.

Y como si hiciera falta una última pincelada de ironía, el mismo Milei que hoy apela a frases cargadas de simbología romana, como “Roma no paga traidores”, es el que hasta hace pocos meses decía que el Papa Francisco —sí, el jefe de esa misma Roma— era “el enviado del maligno”. Ese Papa, por cierto, al que hoy recuerda sonriente y con lágrimas en los ojos.

La política puede aceptar el conflicto, incluso la confrontación dura. Lo que no puede permitirse es el cinismo sistemático como forma de gobernar. Porque cuando el poder usa la ética como arma para atacar pero nunca como brújula para conducirse, lo que se deteriora no es solo la credibilidad del líder, sino la salud de la democracia.

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